Los males de un mal nombre


La realidad, probada mediante estudios científicos, indica que un mal nombre puede afectarnos muy negativamente. No es el mismo poder que tal vez tienen otras cosas, pero socialmente los efectos que tienen sobre los otros seres humanos son más poderosos que el de cualquier bomba atómica o los de cualquier rayo láser.

Desde hace muchos años que se estudian los efectos de los nombres sobre las personas y se llego a interesantes conclusiones, entre ellas unas que indican que un mal nombre colabora en forma activa en la creación de una personalidad retraída, que un nombre poco común es una forma de potenciar las posibilidades de que una persona termine siendo un ser humano con problemas de ajuste con sus pares, con falta de comunicación y que no vive en una relación sana con el resto de aquellos que componen la sociedad; mientras que los nombres más de moda y, principalmente, aquellos con mayor poder de impresión sobre la mente de los demás, puede ayudar muchísimo a una persona tanto a mejorar la forma en que se relaciona con los demás como a conseguir mejores oportunidades laborales y a tener mas triunfos en general.

Los nombres que tienden a quedarse en la mente de quien los escucha son, si es así por causas positivas, una gran ventaja a la hora de ser seleccionados para algo. Y, el caso contrario, genera menos chances de ser tomados seriamente.
Un mal nombre puede generar problemas de falta de auto-estima, debilidad o timidez extrema. Y esto eventualmente se siente en todas las áreas de la vida.

Cambiando el nombre

Se ha hecho popular en los últimos tiempos el cambiarse el nombre. Hace algunos años esto era algo casi imposible de pensar, pero últimamente hay cada vez mas personas que, a una edad más o menos avanzada, deciden cambiar su nombre por otro que les resulte mas positivo en su vida. Lo que principalmente se busca con esto es cambiar el curso de la suerte y desviarlo en nuestra dirección.

La única contra grande que se le puede encontrar a esta practica es que no es tan fácil como para una serpiente cambiar su piel, sino que conlleva muchísimos ajustes a una nueva “identidad”. Y que, si no sabemos lo que estamos haciendo, el cambio puede hasta ser para peor.

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