Prevención de la tos ferina

La tos ferina es una enfermedad que produce un tipo de tos convulsa que puede traer algunas complicaciones. La bacteria que ocasiona el conjunto sintomático que recibe el nombre de tos ferina es la Bordetella pertussis. Los primeros síntomas de la tos ferina incluyen un silbido agudo que se puede escuchar en el momento en el que el aire ingresa en los pulmones, acompañados por fiebre, goteo nasal y una tos que se va haciendo cada vez más intensa a medida que pasa el tiempo.


Cuando los síntomas de la tos ferina están en su punto máximo la tos puede cobrar tal grado de intensidad al punto de provocar vómitos. La transmisión y el contagio de tos ferina pueden tener lugar en las partículas del aire que se expulsan al estornudar o toser. La población que puede sufrir las peores consecuencias en un contagio de tos ferina son los bebés menores de un año y medio (dado que aún no han recibido la vacuna correspondiente para prevenir esta enfermedad).

A pesar de que existe una vacuna antipertussis desde hace más de cincuenta años, el índice de incidencia de la tos ferina en todo el mundo parece ir en aumento. La razón que explica esta aparente incongruencia es la falta de efectividad a largo plazo de la vacuna en cuestión. Después de la dosis que se efectúa a los 18 meses, los médicos recomiendan efectuar dos refuerzos de esta vacuna: a los 12 años y a los 18 años de edad. Igualmente, hay que tener en cuenta que incluso con los refuerzos de esta vacuna no existe la certeza total de que la persona estará protegida completamente contra esta enfermedad. Después de la aplicación de la vacuna contra la tos ferina se pueden producir efectos secundarios como fiebre leve y cansancio.

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